Me pregunté toda la noche
que hacía en ese lugar.
Era insistente mi cuestionamento,
rotundo.
Cuando una idea se introduce en mi cabeza
no hay manera de echarla.
Entonces, iba recorriendo el antro,
ya sin posar, resignándome
a toda esa pantomima
que atravesaba el local.
Entonces los vi.
No parecían pertenecer,
era evidente que una casualidad
los había llevado hasta allí.
No tenían la expresión
de ese imbécil mundo nocturno.
Se detuvieron, posándose sobre los míos
En simultáneo, nos reconocimos.
Eran ellos los que nos delataban.
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